Personaje:Talia

 

Relato procedente: "Fantasmas Interiores" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Tenía entre sus manos otra oportunidad para disfrutar el momento, para volver a tener esa gloria que cada noche conseguía en una ciudad distinta sin dejar rastro ni cabos sueltos, con todo atado hasta el mínimo detalle. Muchos de los "yoes" de su mente se representaron para intentar decidir por ella pero, ninguno de estos consiguió que Talia
no hiciera lo que ella misma quería hacer para disfrutar el momento. Terminó con la vida de la chica que tenía delante de ella sin remordimiento alguno y controlando la situación perfectamente, olvidando cualquier distracción.

Nombre: Talia Jackson Silver.                                         Edad: 32 años.

Ciudad: Wisconsin.                                                        Profesión: Asesina.


Descripción física:

Mi cabello negro y liso me llega hasta media columna, sin nudos e increíblemente sedoso, tanto como la suavidad de mi piel gracias a una crema que me aplico todas las noches para intensificar la hidratación propia de ella. Mis ojos oscuros son penetrantes y felinos, llenos de sentencia, sin remordimientos ante mis acciones o las de otros y con un increíble sentido de la observación. Mis labios finos se mantienen siempre apretados, permaneciendo la seriedad ante cualquier situación, sin siquiera mover un dedo para parecer amable, ¿para qué? Mi cuerpo esbelto vestía un conjunto de cuero negro la mayoría de veces en las que salía a cazar a mis víctimas.

Descripción de la personalidad:

Supongo que soy en mi momento presente, aunque mis "yoes" suelen interponerse en mis decisiones y pensamientos. Tendríamos a mi lado diabólico, el cual, coge el mango de mi vida gran parte de mis días; la egocéntrica o prepotente, la que suele recordarme constantemente que también soy engreída y puedo hacer cualquier cosa que me proponga, siempre tratando de parecer algo más que los demás, algo así como invencible por tener el poder sobre el otro cuando tengo un arma lo suficientemente afilada como para matar. En un lugar enterrado en lo más profundo de mí, hay una pequeña parte positiva, es la que me dice que no soy así y que puedo resurgir, ser lo que soñaba cuando tenía seis años. Mi miedo al cambio suele resurgir de vez en cuando, aunque no es usual, así que, no podría considerarme miedosa o tener una máscara de ese tipo. Falta una que, se supone que me identifica o define, depende de a quién preguntes, pero es una etiqueta más dentro de unas pocas alrededor de esta sociedad; soy una asesina que disfruta arrancando vidas.

El sueño de ser florista:

A lo largo de la infancia, me refugié en las flores, las observaba, las regaba... tenía especial fascinación por cómo crecían, de hecho, quería que mi espíritu creciera de la misma forma, llegó a obsesionarme todo lo que tuviera que ver con la naturaleza. Hacían que el resto del mundo desapareciera, mis favoritas eran las orquídeas, tan perfectas, tan relucientes... dejaban entrever la pasión enterrada en mi interior, la que no dejaba que nadie viera por miedo a perderlos, por miedo a ser la extraña entre un mundo lleno de normalidad. A mis padres no les gustaba la idea pero tampoco el hecho de que existiera, me repudiaron durante todo el proceso infantil, de hecho, me dejaron en un orfanato después de cumplir los diez años, un momento bastante confuso en mi vida.

A partir de este momento, las flores dejaron de tener sentido para mí, dejaron de crearme esa sensación de paz porque me sentía abandonada, totalmente sola en un alrededor hostil, lleno de niños en busca de sangre nueva a la que poder manipular. Durante el primer año, todo fue como una niña de diez años esperaría, no prestaba especial atención a nadie más que a mi estado de ánimo, a mis dolores físicos y a las clases que se cursaban, es decir, pendiente de exámenes y demás menesteres de una estudiante cualquiera. Lo que no esperaba era que, un par de años más tarde, conocería lo que era la verdadera crueldad en las personas.

Crueldad en estado puro:

Como cualquier adolescente, empecé a cambiar en cuanto tuve unos doce años, ya era una mujer que trataba de controlar sus estados hormonales y descubrir verdaderamente quién era, a pesar de estar en un orfanato y el haber sido abandonada por mis propios padres sin motivo aparente, dado que, nadie me dio una explicación sustancial ante tal acto. Conforme fueron pasando los años, me fui fortaleciendo, aunque lo que más me ayudó a hacerlo fueron los actos cometidos tanto hacia mí como hacia otras jóvenes, nos violaban curas, profesores, algunas maestras de artes marciales que nos obligaban a practicar ese tipo de ejercicio (aunque era una de las que eligieron por sí misma asistir, tenía cierta curiosidad por las patadas y los puñetazos, creo que surgió de una rabia interior que trataba de mantener a raya) y algunos chicos cuatro años mayores que nosotros que habían sido repudiados por muchos padres de acogida al darse cuenta de lo problemáticos que eran.

A pesar de denunciarlo en varias ocasiones al director del orfanato y a otras profesoras de confianza, decidieron pasar por alto estos actos y defenderlos. Aquí es donde pude aprender que sin luchar por tu dignidad no ibas a ningún sitio, que si no te metías en peleas de vez en cuando no te respetaban y que debía aprender a dejar los sentimientos atrás, ese era un lugar salvaje y debía hacer lo posible para sobrevivir. Empecé a ser una de las más criticadas, llegaba a mi habitación con moretones por todo el cuerpo, e incluso, una vez casi me clavaron una navaja en el costado. Era un sitio donde pude tener la oportunidad de saber qué era en realidad la crueldad y de qué estaba hecha la vida verdaderamente, lo que debía hacer para cambiarlo y cómo proceder cuando saliese de esa jaula.

Un cambio radical y completo:

Cuando era una niña, no entendía muy bien por qué mis padres actuaban de esa forma tan despectiva y despreciable hacia mí tan seguido, por qué no deseaban que estuviese siempre con ellos, que me cuidaran, que me dieran más de lo que esperaba, dado que, normalmente, me iba a mi habitación decepcionada y con lágrimas en los ojos de pura frustración porque veía a otros niños disfrutar del amor de sus padres y quería tener de verdad una mínima parte en mi familia de la que tenían ellos con las suyas pero, muy dentro de mí sabía que era imposible sin saber demasiado bien por qué. Más adelante, analizando muchas de las cosas que fueron ocurriendo en mi vida, me di cuenta de que mis padres realmente no me querían, adjuntando a esto una rabia impulsiva dentro de mí que me llevaba a querer hacer daño a quién se me cruzara por delante.

Empecé a darme cuenta de que no debía esperar nada de nadie, que tenía que empezar a ser y no decepcionarme con nada, tampoco debía querer a nadie, así que, dejé fluir de mi interior todo lo que me hacía daño y empecé a deleitarme con muertes ajenas en cuanto puse un pie un la calle, estaba enamorada de aquellos ojos estremeciéndose y dejando sus vidas en mis manos. Me excitaba en cuanto pensaba en ello, cuando quise darme cuenta, la seriedad me eclipsaba, cambié mi forma de vestir y ser modosita, decidí hacer lo que mejor se me daba de una vez por todas dejando salir todo lo que me habían hecho a través de la sangre de mis futuras víctimas.

Mi primera víctima:

Ni siquiera la buscaba, simplemente, la encontré. Era una joven sentada en un banco del parque, era de noche y estaba al lado de la farola para que le diera la suficiente luz para seguir leyendo el cómic que tenía entre manos, el cual, me llevé conmigo y lo tiré al otro lado de la ciudad para que nadie pudiera relacionarlo. La observé y la analicé poco a poco para averiguar si alguien la echaría en falta, si sus padres darían la voz de alerta al ver que su hija no había vuelto a casa a lo largo de esa noche que estaría en la pequeña casa que había escogido a las afueras, el perfecto lugar donde la magia iba a resurgir de las cenizas de mi interior. Hacía días que no se había duchado, dado que, su cabello estaba enmarañado y bastante sucio, de hecho, ni se había peinado; llevaba una mochila roja grande, al estar abierta, pude ver un par de pantalones ya algo sucios; su camiseta no estaba ni planchada, parecía más bien arrugada y no tenía nada más que ponerse; delgada, sumida en la historia de un cómic para no poner su atención en la horrible vida que tenía. Para asegurarme todavía más, la seguí en cuanto decidió levantarse del banco para dirigirse a uno de los callejones cercanos de la calle en el que puso unos cartones amontonados para sentarse encima y echarse una mantita que llevaba dentro de la mochila. Terminé de convencerme cuando cerró los ojos allí mismo, estaba claro que se había ido de casa y que sus padres estarían lo suficientemente enfadados con ella para no dejarla volver ni echarla de menos, así que, cuando escuché su fuerte respiración, actué.

Tenía cierto reparo en que despertara pero, por suerte, no lo hizo. La subí al coche que había robado una hora antes delante de una casa abandonada y la llevé al lugar donde todo lo que permanecía flotando en mi mente iba a materializarse. En efecto, lo hizo. Abrió los ojos cuando estaba sobre una mesa, atada de pies y manos y la miraba con fijeza, malicia y excitación, tenía muchas ganas de saber qué iba a sentir en aquellos momentos, era mi primera vez y estaba intentando experimentar si aquello me aliviaba toda la rabia que habitaba en mis adentros. No le dejé tiempo a gritar, el cuchillo se adentró en su cuerpo dejando sus ojos abiertos como platos y luego le corté la cabeza, algo que siempre había querido hacer. Una sensación de paz me embriagó entera, una calma me suavizó cualquier momento del pasado y olvidé todo lo malo durante el tiempo que duró todo el ritual, el cual, poco a poco, perfeccioné.

Las imprevistas dudas:

En uno de mis momentos de gloria y pasión, un montón de "yoes" quisieron eclipsarme con sus puestas en escena, cada uno quería tener su protagonismo. Descubrí que todo el mundo, aunque algo había leído ya, tenía este tipo de interferencias en la mente en cualquier cosa que hace, que no debía dejarme engañar por sus palabras, tenía que seguir adelante con los planes que tenía para esta zorra incomprendida. Los sentimientos no tenían cabida en mí, no había preocupación ni miedo, no había nada que no quisiera en mis momentos de alivio, de hecho, supe cómo controlar la situación y dejar atrás cualquier tipo de miedo al cambio, preocupación, ego y positividad, eran aspectos que querían cambiar mi decisión pero no iban a conseguirlo.

Ejecuté la acción, simplemente, vi su vida desvanecerse ante mí al meterle el cuchillo en la yugular sin dilación, fue intenso y algo que alivió mi espíritu, lo que contaba era disfrutar el momento, respirar cada instante especial que llegaba a mi vida. Tiré su cuerpo al fondo del enorme lago que había cerca de aquella casa abandonada, la limpié de arriba a abajo utilizando todo tipo de utensilios profesionales para que la Policía (en caso de que sospechasen algo algún día) no pudieran encontrar indicios de que allí habían matado a una joven desaparecida. Como no existo en el padrón de ningún ayuntamiento, ni siquiera ficho en el hospital donde me tuvieron (porque ya me encargué de borrarlo todo), así que, no habría forma de que me encontraran.

Un futuro incierto pero seguro:

Me veo mejorándome como persona, aunque me dedique a esto, aunque pueda cobrar algún día por lo que hago (es una idea de negocio que me he planteado y está muy cerca, sería perfecto y digno para mí), seguiría dejando a los "yoes" separados de mi persona para seguir disfrutando de mi día a día y centrándome en mis quehaceres personales, viajando de un lugar para otro para dar vida a un montón de sentimientos y pasión a cada muerte, dejando atrás todo el dolor inducido desde que era pequeña, es la única forma que conozco de canalizarlo.

Todo nuestro alrededor y las situaciones son inciertas, nunca tenemos la completa seguridad de que todo salga bien, perfecto, de tener controlados todos y cada uno de los detalles dentro de un alrededor de sangre, muerte y alivio, pero se hace lo que se puede, manteniendo siempre mis normas ante todo. Manteniendo la esencia viva, consciente de mi presente y sin tener incertidumbre ante el futuro, ni siquiera hacia lo que me dedico y actúo.

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