Personaje: Lily



Relato procedente: "Señales" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Lily ha sido una joven que siempre ha soñado en ser fotógrafa pero su familia quiso que fuera abogada, cosa que no le motivaba demasiado pero que se resignó a ser. Tras tres años de carrera, decidió dejarlo debido a una voz de su interior que la impulsó a dejarlo y a dedicarse a su pasión de una vez por todas. Debido a esto, su familia la repudió pero ella sintió que estaba siendo quién realmente quería ser.

Nombre completo: Lily Coltter Dubbey.                                                    Edad: 29 años.

Ciudad natal: Denver.                                                                    Profesión: Fotógrafa.


Descripción física:

Mi cabello negro cae liso y sedoso más abajo de los hombros, tras dejar Derecho, me lo dejé largo, ya no tenía que dar tan buena impresión, ya podía tener un estilo libre. Mis ojos castaño oscuro vuelven a tener ese brillo especial que en el pasado estaba tan apagado, tan distante. Mis labios finos, volvían a esbozar sonrisas tras esos gritos que habían formado parte de mi pasado, ahora podía volver a ilusionarme. Mi tez pálida había pasado por tanto... ahora podía tomar el sol, de hecho, podía estudiar en el jardín y también podía soñar en tener algo de color en ella. Mi cuerpo esbelto, cada vez estaba mejor, ya no sentía el estrés convulsionar, ya no me sentía con ganas de explotar en todo momento, ya no tenía ganas de gritar, por fin sentía que podía ser una persona cada vez más y más sana física y mentalmente.

Descripción de la personalidad:

Suelo ser bastante tímida, algo reprimida debido a la presión ejercida por mis padres hacia mí pero trato de ser menos exigente conmigo misma para no sentirme mal. Supongo que si digo que soy una persona responsable, nadie se sorprendería, trabajadora y curiosa con cualquier cosa que estudie. Soy bastante autónoma y segura de mí misma en cuanto me libero de la carga social y familiar, me siento más libre y completa, necesito libertad para funcionar correctamente. En cuanto pierdo los nervios y el control, puedo frustrarme y volverme loca más de lo que preferiría. Siempre han dicho que soy amable, tranquila y comparto todo lo que tengo con los demás, soy algo competitiva y cabezota con algo que quiero, aunque también puedo pasar de todo y no competir para nada.

Decisiones impuestas:

La vida familiar siempre ha sido algo arraigado, algo que se debía proteger por encima de todo. A cada uno de nosotros se nos ha dicho siempre qué hacer, nunca hemos sabido ser del todo independientes, no nos dejaban hacer nada solos. Ni mis hermanos ni yo tuvimos una sola oportunidad de tomar nuestras propias decisiones, de hecho, cuando sufría "bullying" de mis compañeras de clase, mis padres me impusieron callar, según ellos, no valía la pena responder a tales improperios o acciones violentas pero, lo único que querían hacer era quedar bien con los padres de estas chicas, querían seguir siendo invitados a sus casas a cenar, eran gente con mucho dinero y les preocupaba lo que pensaran de ellos. En resumen, no me protegían a mí, sino a ellos mismos.

Nuestros padres siempre nos dirigieron a estudiar Derecho, dado que mi padre es juez y mi madre fiscal, mis tíos son abogados y pretendían que toda nuestra familia perteneciera a la misma rama profesional, con mis hermanos mayores lo consiguieron porque terminaron la carrera y empezaron a especializarse, mientras que yo, fui la oveja negra que ya no quería que su vida fuera manejada por los demás. Mis padres fueron a la Universidad a matricularme en Derecho sin preguntarme siquiera a qué quería dedicarme, si había algo que quería hacer de verdad o simplemente, interesarse por mis verdaderas pasiones, nada de eso les importaba.

Represiones e hipocresía:

Mi familia siempre ha sido así. No expresaban sus sentimientos, simplemente, miraban hacia adelante, se trataba de quedar bien con los demás, no permitir que las miradas les parasen. Trataron de enseñarme esto pero, desde muy pequeña, ya mostraba síntomas de ser una joven que expresaba lo que pensaba y sentía, así que, tuvieron que imponerme mucho más que a mis hermanos. Nunca podía hablar más de la cuenta, si alguien me insultaba o me pegaba en el instituto, tenía que callar, no podía relacionarme con ningún chico hasta que terminase la carrera porque no podía tener ninguna distracción, lo más importante del mundo era aprobar y, con ello, aparentar delante de sus amigos.

Lo que más les gustaba era poner verdes a los demás sin razón aparente y siempre lo hacían a sus espaldas, mientras que, cuando los invitaban a casa a comer, ponían buena cara, siempre con aquellas sonrisas hipócritas y aquellos ojos brillantes, a pesar de los pensamientos decadentes que tenían contra todos. Nuestros padres eran lo más parecido a una mafia, ni siquiera entre la familia nos contábamos nada, cualquier cosa negativa se tenía que esconder, tenía que mantenerse debajo de las sábanas para que nadie se enterara y, mucho menos, hablara de ello.

Una separación poco reñida:

Mis padres llevaban mucho tiempo discutiendo, ni siquiera tenían el control de aguantarse sus momentos difíciles. Aunque lo hacían a escondidas, les podía oír al otro lado de la puerta, se gritaban tanto que se quedaban sin voz al ponernos a cenar en la mesa. Nunca hablaron con nosotros sobre el asunto, de hecho, trataban de aparentar normalidad cuando estábamos todos juntos en la cocina o el salón hasta que llegó el momento de firmar el divorcio, ambos lo hicieron y la separación fue como la seda a ojos de los demás, ninguna rabieta, grito o enfado innecesario, creo que trataban de aparentar que todo iba bien pero por dentro estaban defraudados y cabreados con ellos mismos.

Fue mi madre la que se fue al apartamento de la playa, tan solo íbamos en verano y mi padre podía prescindir de ese lugar, no le preocupaba. La única que iba de aquí para allá era yo porque mis hermanos se estaban especializando y vivían juntos en un piso cercano a la Universidad, les era más sencillo llegar sin dar tanto rodeo y era aún mejor cuando mis padres pagaban los gastos de ese piso, era lo mejor de no llevarles la contraria, que siempre obtenían lo que querían. Mis padres dejaron de hablarse, tan solo estaban en contacto para las cosas más importantes, cosas que ambos compartían, ya fueran casos o cuestiones que tuvieran que ver con dinero, por lo demás, aquel matrimonio ya estaba más que muerto.

Presiones constantes:

No era suficiente el sentirse presionada por las cuestiones externas, ni siquiera por los exámenes o los trabajos, vivía en mi casa bajo presión constantemente. No podía salir de casa si no me sabía todas y cada una de las partes que me pedían, tampoco si tenía algún trabajo pendiente, no tenía vida social y amorosa ya, ni hablar. Mi madre me preguntaba las lecciones y, hasta que no me lo sabía a la perfección, no podía salir de mi habitación. Sentía una enorme presión sobre mí, mis hermanos decían que era algo normal, algo pasajero que ellos ya habían pasado, que me tranquilizara y siguiera estudiando porque no siempre iba a vivir con mis padres. También les habían odiado pero, no lo decían en voz alta, tal y como ellos les habían enseñado, siempre reprimiendo sus sentimientos pasase lo que pasase y yo repudiaba esas sensaciones.

Sentía que estaba a punto de explotar, debido a toda la presión dejaba de concentrarme, esa motivación que salía de mi interior iba desvaneciéndose, iba desapareciendo y, a la vez, nublando mi mente. No sabía qué estaba pasando pero, fue un regalo cuando descubrí por qué estaba ocurriendo todo aquello en mi vida, había valido la pena suspender todos aquellos exámenes innecesarios.

La voz interior:

Tras haber suspendido los exámenes a los que había dedicado tanto tiempo, mi padre me dijo que, hasta que no me aprendiera todos los temas que iban a salir en las recuperaciones de la semana próxima, no iba a salir de mi habitación, así que, bajé la cabeza encogiéndome de hombros y lo hice. No me concentraba, ni siquiera se me quedaba lo que había terminado de memorizar hacia tan solo cinco minutos, era una sensación frustrante y me sentía impotente. Una voz en mi interior me reveló algo que no había visto en todas aquellas circunstancias que me estaban ocurriendo... nada de lo que estaba pasando era lo que quería, había escogido el camino equivocado en mi vida, no había querido dedicarme nunca a la abogacía y lo estaba haciendo para contentar a mi familia. Me dijo que tenía que escoger mi propio camino, que debía dedicarme a lo que más me apasionaba y las personas de mi alrededor tendrían que aceptarlo.

Esa voz no se equivocó en absoluto. Obligué a mis padres a quedar para hablar con ellos a la vez y decirles que ya no quería dedicar mi vida a estudiar algo a lo que nunca quería dedicarme, que quería ser fotógrafa, era algo que siempre me había apasionado aunque no se hubiesen interesado en saberlo nunca. En vez de apoyarme, decidieron repudiarme, así que, me apunté a unos cursos gratuitos de fotografía profesional para conseguir lo que siempre había soñado conseguir y ser quién realmente quería ser. Hace tiempo que no hablo con mi familia pero, me siento bien conmigo misma, completa, llena y feliz de haber llegado a este punto y de absorber todos los conocimientos de fotografía que necesito para empezar profesionalmente a dedicarme a ello.

Un futuro que siempre había soñado:

Me había mantenido muy unida a mi familia durante años debido a todo el peso que teníamos de unos a otros, lo mucho que significaba mantenernos unidos para aparentar. Era la primera vez que veía un futuro distinto, que podía levantar la mirada y tener una pequeña idea de cuál iba a ser mi futuro, lo que siempre había soñado y a lo que me había gustado dedicarme. He aprendido una lección muy valiosa, debía ser honesta conmigo misma, hacer aquello que siempre había querido hacer porque vida solo hay una, porque nadie puede obligar a una persona a ser alguien que no quiere ser y, mucho menos, formar parte de algo que no va con ella.

La mayoría de los padres, siempre creen erróneamente que sus hijos van a ser lo que quieran ellos por encima de todo, tan solo porque viven bajo su mismo techo, tienen autoridad y se ven con el derecho de decidir por aquellos que creen son más débiles. Todos tenemos la capacidad de ser quienes somos sin tener la necesidad de demostrar nada a los demás y sin vivir atados a sus creencias. Veo en el horizonte mi futuro soñado y poco a poco voy acercándome a él con una sonrisa en los labios, por fin, era una persona libre...



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