Personaje: Leo



Relato procedente: "Rabia Adormecida" (Huellas del Tiempo).

Resumen: La protagonista de esta historia, permanece amordazada en una silla, está a merced de su secuestrador, el cual, es un experto en el sufrimiento ajeno. En realidad, son madre e hijo, ella le abandonó en uno de los mejores orfanatos de la ciudad porque no podía criarlo, hizo que Leo fuese un niño maltratado y violado por uno de sus padres de acogida. Esa rabia contenida le provocó a su madre la muerte inminente, la muerte que él tanto había deseado, un sueño hecho realidad...

Nombre completo: Leo Upelfield Gosten.                                                 Edad: 27 años.

Ciudad: Nueva Jersey.                                                                        Profesión: Pintor.


Descripción física:

Mi cabello castaño oscuro está perfectamente recortado por los lados y por detrás, mientras dejo el flequillo en la parte izquierda con unos productos que son perfectos para este uso, no soporto ver un pelo fuera de su sitio, me esmero cada mañana antes de ir a trabajar para no tener que soportar algo tan molesto como esto. Mis ojos del mismo color que el cabello, son penetrantes, fieros, llenos de rabia contenida tras una infancia tan detestable. Mis labios finos y apretados no esperan una sonrisa, ni siquiera un momento de alegría, anhelan la quietud, el silencio y la perfección que hay en mi casa. Mi tez pálida sigue permaneciendo tal cual, no me gusta tomar el sol, no suelo ir a la playa para ponerme moreno, no entiendo ni siquiera esa frase. Mi cuerpo esbelto, siempre anda estilizado con trajes impolutos, sin ninguna arruga o mancha y manteniendo los colores en su tono correcto, me encanta dedicar tiempo a esa ropa que voy a ponerme encima, no soporto ni los pequeños defectos.

Descripción de la personalidad: 

No aguanto los errores, no hay nada como hacer las cosas tú mismo sin esperar que los demás hagan algo útil. Detesto a las personas pero, siempre encuentro la forma de complacerlas diciendo las palabras exactas que esperan oír, las halago para poder utilizarlas en un momento dado y prefiero tener amigos en las altas esferas por si, alguna vez, necesito que me saquen de algún apuro. No soporto perder el control de lo que me rodea, las únicas cosas que me hacen mantenerlo y hacerme sentir seguro es la pintura y la muerte, me siento importante, me siento con poder para llevar a cabo todos y cada uno de mis deseos y poder hacerlos realidad en cuanto quiera. Me gusta leer, escribir mis pensamientos en una libreta negra y bien cuidada que suelo esconder debajo de mi ropa interior, tengo claro que a nadie se le ocurriría meter la mano en las partes más íntimas del cajón de un hombre, ¿verdad? Me encanta aparentar y pasarme horas mirando a la nada, incluso, a la lluvia y las nubes, me encanta deleitarme de la sangre derramada de mis víctimas y de las películas sangrientas, hacen que me lama los labios antes de irme a dormir, es una sensación épica.

Orfanato del infierno:

Por lo que sé, mi madre biológica me dejó en la puerta de ese orfanato, no les llamó para avisarles de que iba a llevarme ni nada, seguramente, tenía tan solo unos días, estaba confusa y no creía que pudiera criarme, fue una decisión errónea. Me comentaron que me hicieron una serie de pruebas para verificar que estaba sano, así que, como otros bebés, estuve allí hasta cumplir los dieciocho años, edad en la que ya no estabas obligado a estar allí. Una serie de experiencias más bien traumáticas que tuvieron lugar durante todos esos años que pasaron tan lentamente, tan solo tenía ganas de desaparecer de la faz de la Tierra, quería dejar de pertenecer a este mundo cruel pero, por mucho que lo intentaba, siempre fallaba el intento.

Maltratos físicos y psicológicos de mis compañeros, miradas de interés de algunos de los curas que trabajaban como profesores, los descansos en el baño eran interminables, trataba de estar lo más lejos posible de las miradas, los insultos, las humillaciones sin motivo, quería mantenerme al margen de todo y todos, pensaba que así podría huir de aquella verdad inminente que tenía que pasar. Una vez cumplidos los doce años, ya podíamos ser adoptados por familias de acogida, ni siquiera les investigaban ni nada por el estilo, les daban una completa confianza, esa que, al fin y al cabo, termina dando asco.

Momentos determinantes:

Estuve en tres casas de acogida y no salió bien, era demasiado callado, raro, para su gusto. Simplemente, creían que me acoplaría a la situación, que me acostumbraría a sus vidas decadentes y faltas de sentido, llenas de compras, sonrisas, cotilleos, conversaciones superficiales, cenas familiares y un montón de tradiciones que te dicen cómo tienes que vestirte, nada de eso funcionaba conmigo, no encajaba con esos ambientes. Llegó una familia bastante abierta en cuanto cumplí los catorce años, seguía siendo callado, no me gustaba abrirme a los demás, casi no tenía sentimientos y las personas no me gustaban, pero ellos no pusieron ninguna pega, tan solo estaban impacientes por tener hijos, les daba igual que ya fuera adolescente. 

Habían intentado tener hijos durante años pero, no funcionó, al parecer, ella no era fértil, algo que molestaba muchísimo a su marido. Al principio, no entendí por qué estaba tan molesto con ella por tal tontería pero, mucho después lo entendí. Era de noche, era la hora de dormir, mi "padre de acogida" vino a arroparme aunque le dijese que no hacía falta, se sentó a mi lado y empezó a tocarme, le rechazaba pero, me amenazó con hacerme daño si no le dejaba hacerme todo lo que quisiera. Ahí entendí lo que sentía una persona al ser violada y qué se sentía al tener un desgarro anal, además de poder darme cuenta de la ignorancia de su mujer, sabía perfectamente lo que había ocurrido, incluso, tenía claro que su marido era homosexual y que le gustaban los niños, por ello, él estaba tan empeñado en tener hijos.

Tras todo lo que ocurrió en aquella casa, tras aguantar todo lo sucedido, a los dieciocho años decidí escapar de allí y empezar a buscar a mi madre biológica pero, no para un fantástico reencuentro, sino para matarla. Este fue un momento determinante para que iniciara mi desahogo interior, para que llegara a conocerme por completo, fue como si se me activara un botón dentro de mí en el que decidí volver a hacer a los demás todo lo que me habían hecho desde el orfanato, dejando atrás todo tipo de sentimientos, quería disfrutar esos momentos de plenitud.

Víctimas al azar:

Empecé con el primer chico que me tiró por las escaleras en el orfanato, me rompió dos costillas y me dejó ambos ojos hinchados, él era el principio de todo. Encontré una casita abandonada en el bosque, era algo pequeña pero me cautivó que tuviera un sótano, allí pude colocar todos los utensilios necesarios para rebanar unos cuantos cuellos, iba a dejar aquel lugar tal y como yo quería, tras haber borrado mi nombre de todas las bases de datos, no quería que nadie supiera quién era, me cambié el nombre para convertirme en pintor, dar confianza a la sociedad y poder ser reconocido por mi trabajo, no pensarían que era un asesino. Por mucho que el joven Raimund gritó, nadie pudo oírle, sentí un placer inexplicable, incontrolado, me hacía sentirme seguro, maravillado al ver la sangre, al encontrarme en el punto exacto de mi vida. Cuando cortaba en trozos a mis víctimas, las llevaba a la parte de atrás, donde los cerdos a los que cuidaba se comían, incluso, los huesos humanos, no quedaba ni rastro de qué podría haber ocurrido allí. Más tarde, borraba los datos de esa persona y es como si jamás hubiera existido, era excitante y, a la vez, sensual, de hecho, tras todo el conglomerado de acontecimientos que llevaba a cabo en el sótano, me iba a la cama a masturbarme, llegaba a excitarme demasiado matar.

Tras la muerte repentina de Raimund, me sentí completamente libre, fuerte, con seguridad y poder, con todo el control que necesitaba tener. A partir de ese momento, empecé a ser más adicto a esa excitación, así que, cada dos noches volvía a empezar con una nueva víctima, sin tener en cuenta altura, peso, complexión, tono de cabello... nada de eso me importaba, tan solo contaba con que estuvieran solos/solas, cualquiera me había hecho daño y cualquiera podía morir, se había formado algo en mi interior que me había transformado, ahora podía vislumbrar a mi nuevo yo.

Madre biológica:

La encontré en un pisito de soltera, ni cansada ni con más hijos, era como si no hubiese querido relacionarse con nadie, una vida triste, una vida sola, nadie la echaría de menos, sería fácil, nadie preguntaría por ella. Había querido que llegara ese momento durante tres largos años, mataba a mis víctimas mientras la encontraba, lo cual, no quería decir que, al deshacerme de ella iba a dejar de hacer todo esto, era un pequeño bache en mi vida que tenía que vengar. Respiré profundamente y, en cuanto se apagó la luz de su habitación, subí, manipulé la puerta, entré y me la llevé al sótano de mi casita en el bosque, el lugar perfecto para llevar a cabo mi cometido. Esperé a que se despertara para hacerle las preguntas que necesitaba responder en mi interior, quería saber si le había costado dejarme, si había pensado en el daño que le había hecho a su hijo y, antes de que se diera cuenta, le rajé el cuello disfrutando de toda aquella sangre que salía a borbotones de él. 

Me sentía liberado, completo, con todo el control que merecía. La corté a trozos, como a todas mis víctimas, no le di un trato especial, no quería perder ese poder que tan solo era mío, no quería dejar que la etiqueta de "madre biológica" se interpusiera en la forma en la que llevaba a cabo mi rutina. La tiré a los cerdos, diciendo adiós a mi pasado, me di la vuelta y salí de allí a respirar el aire fresco de aquel precioso lugar, por fin me había liberado...

Un futuro rutinario:

Bueno, es lo que hago. La rutina es el plato fuerte de mi vida, la perfección forma parte de mí, mis manías son preciosas como los hoyuelos de mi siguiente víctima, llevo tres días tras ella para conocer sus costumbres y ya he preparado el momento para llevar a cabo el mayor placer del día. Nada iba a cambiar, desde mi primera víctima que lo supe, nadie podrá descubrirlo y todo porque esas personas están totalmente solas, es una suerte que haya más solteras que casadas, no me interesan las madres lloricas "¡tengo hijos, por favor, no me mate!", en cambio, si no tienen nada por lo que vivir es un solo "¡no, por favor!" hasta que les corto el cuello.

Es una situación agradable que repetir cada día, que dejar atrás, que forme parte de mi presente como la pulcritud con la que quito el polvo o elijo el asiento más cercano a la ventana para que me llegue la corriente de aire directamente. Es como mi respiración, una rutina anhelada por mi interior, saciante al terminar, excitante al subir a masturbarme, nada cambiará y tampoco quiero que lo haga jamás, podría repetir esto durante siglos...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Especial Personajes - Primer Aniversario:

Personaje: Sonia

Personaje: Emily