Personaje: Melissa




Relato procedente: "Locura" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Melissa es una joven psicóloga que ayudaba a un paciente con una esquizofrenia severa, se llamaba Max y desde que era pequeño tenía visiones con varias amigos imaginarios, éstos eran Peter y Alicia, la cual, hacía algún tiempo que empezaba a tener relaciones sexuales con su paciente, le absorbía cada vez más y llegó el día en que explotó y se suicidó incendiándose él mismo en una caseta alejada de la ciudad, fue una horrible pérdida para Melissa, ya que, sabía que a pesar de su enfermedad, Max era un buen chico.

Nombre completo: Melissa Writes Glade.                                     Edad:37 años.

Ciudad natal: San Francisco.                                                            Ciudad actual: Boston.


Descripción física:

Mi cabello ondulado y castaño, se posa sobre mis hombros, dándome un toque más de profesionalidad y no sé si también de un poco de sabiduría. Mis ojos del mismo color, transmiten a mis pacientes una sensación de calma y confianza total en mí, ya que, muestro en ellos que no deben tenerme miedo, que soy totalmente abierta a cualquiera que sea su problema y la confianza de que puedo ponerle solución, aunque sea algo que les calme. Mis labios gruesos, suelen presentar una sensación de que todo está bien a mi alrededor, muestro una dulce sonrisa de dientes blanquecinos y me gusta ser abierta con todo el mundo, doy la sensación de ser una buena persona tan solo abriendo un poco mis labios carnosos. Mi cuerpo es esbelto y suelo llevar blusas de seda, ya que, no molestan y son muy suaves en contacto con la piel, me suele gustar su textura y me siento muy cómoda con ellos.

Descripción de la personalidad:

Como he dicho anteriormente, suelo ser muy abierta con todo el mundo, me gusta invitar a amigas a mi casa para tomar el té y charlar, no como auténticas cotillas, sino como amigas de verdad que se cuentan sus problemas. No suelo tener mucha vida personal debido a mi fatídico gusto para los hombres, así que, de un tiempo hacia aquí, he decidido ir por libre, surcando los mares de la vida solitariamente y sin problemas de ningún tipo. Mi trabajo es lo primero y mis pacientes también lo son, me siento realizada cuando soy capaz de solucionar el problema de alguien tan solo hablando con esa persona y dejando que se desahogue, aunque tenga que empotrar un mueble de mi consulta contra la pared, también es algo bueno aunque parezca violento o desorbitado. Me siento a gusto conmigo misma, a pesar de la muerte de Max que resultó ser una pérdida demasiado grande para mí, llevaba muchos años haciendo terapias con él.

Una infancia casi perfecta:

Tuve una infancia bastante normal, no tenía ningún tipo de problema y mis padres estaban muy unidos. Mi padre era como mi ángel de la guarda e íbamos juntos a cualquier sitio, siempre me llevaba con él; era guarda de seguridad en unos grandes almacenes en San Francisco y le encantaba llevarme para verme jugar dentro de los almacenes, le gustaba que su hija estuviese con él en todo momento. Mi madre era una mujer muy trabajadora, hacía un montón de cosas a la vez en casa y, al mismo tiempo, era enfermera en el hospital más importante de la ciudad, siempre iba como loca pero nunca se quejaba.

Entonces, por qué mi infancia fue casi perfecta os estaréis preguntando. Pues bien, en los turnos de noche de mi padre, una noche que no fui con él a la guardia porque tenía fiebre, varios hombres robaron todo lo que había en esos almacenes secuestrando a mi padre para conseguirlo porque era un hombre que siempre hacía lo correcto, fue muy fiel en su palabra cuando le dijo a su jefe que estando él en la vigilancia no le ocurriría nada en sus almacenes, pero todo se torció. Estuvo secuestrado durante meses y toda nuestra familia lo buscaba por todas partes; después de un tiempo, llamaron a mi madre a altas horas de la madrugada para pedirle dinero, el cual, ésta tuvo que pedir a muchos vecinos del barrio, coger de los ahorros para mi universidad y pedir lo que le quedaba para completar la suma a su familia. Nos lo devolvieron vivo y yo lloraba como nunca antes por volverlo a ver a salvo y con todos nosotros, preparándome una dulce bienvenida con tartas y pasteles, pero él ya no estaba como antes, estaba sufriendo algún tipo de psicosis.

Lo empezábamos a tener en casa, alegres de que por fin estaba con nosotros pero hacía cosas francamente raras. Durante la noche, gritaba como un loco, como si le estuvieran dando de palizas y estuviera sufriendo un dolor inimaginable; se levantaba con unas ojeras horribles y solía susurrar cosas sin sentido, a veces temblaba y sus dientes tintineaban rozandose a cada dos por tres; sus manos temblaban notablemente y había momentos en que ponía los ojos en blanco como si estuviese poseído. En ese momento supe, que ese ya no era mi padre, le habían hecho algo pero ese no lo era; empecé a desesperarme hasta que le llevaron a uno de los mejores psiquiatras del país y le diagnosticó un transtorno psicótico grave, por lo tanto, debía permanecer en un establecimiento de salud mental, lo que nosotros actualmente llamamos manicomio. A partir de entonces, no volví a ver a mi padre hasta el día que lo enterramos después de un brote psicótico en el cual acabó acuchillándose todo el cuerpo hasta morir desangrado, no sabía en ningún momento lo que estaba haciendo.

Una dura adolescencia:

Durante la adolescencia, fui reflexionando sobre la fatídica muerte de mi padre, ya que, era la persona con quién más disfrutaba cuando era niña y le tenía muchísimo aprecio y cariño, así que, no entendía por qué el mundo tenía que ser tan injusto. Lo que aprendí de esta experiencia fue que yo debía ayudar a aquellos que tuvieran cualquier tipo de problema mental, quería ayudar a todas aquellas personas que necesitaran hablar con alguien y no tuvieran a nadie para hacerlo, quería que sintieran que alguien estaba con ellos, que alguien les apoya, hacerles sentir que podían contar conmigo en todo momento. Por ello, decidí estudiar psicología, empezó a ser una obsesión sana, ya que, no dejaba de leer cosas curiosas sobre esta ciencia de la mente, no dejaba de pensar en si podría haber alguna manera para mejorar el modo de vida de estas personas, si podía haber alguna manera de aliviar su dolor.

A raíz de ésto, mi adolescencia fue algo rebelde, ya que, seguía sin comprender por qué la persona que más amaba en el mundo tenía que desvanecerse en el aire sin previo aviso, sin poder ver todas aquellas cosas que yo iba a vivir en los años venideros y digamos que me dejé llevar. Bebía mucho en las fiestas y cuando iba a clase a veces también lo hacía con algunas compañeras en el recreo, me encantaba hacer cosas que a otros no les gustaba y me quería culpar a todo el mundo de todas mis desgracias. Mi madre intentaba que estuviera lo más cómoda posible en casa pero ya no podía estar allí dentro, sumida en una completa oscuridad que permanecía en el aire constantemente, supongo que ella debió darse cuenta o debió de sentirlo porque inmediatamente empezó a buscar otra casa cerca del centro para que pudiera ir al instituto más fácilmente y no me viniera tan lejos llegar, la encontró y nos mudamos allí, no medié palabra pero dentro de mí lo agradecí. Después de ésto, todo empezó a fluir, aunque me costó muchísimo seguir una vida que para mí dejó de tener sentido en el momento en que murió mi padre.

Locura:

Cuando ya me saqué la carrera y estaba totalmente preparada y motivada para empezar con mi vida profesional ayudando a personas que lo necesitaban, me encontré con la situación de que no todo era tan sencillo, me había montado un sueño tan perfecto que no dejaba entrever la realidad de la vida misma. Empecé unas prácticas en uno de los manicomios del país, era un trabajo bastante importante y tenía que dar la talla si quería que me cogieran, por lo que, puse toda mi profesionalidad en ello y toda la teoría la transformé en práctica, empezando a sentir que formaba parte de algo.

El problema surgió en el momento en que venían pacientes totalmente desorientados, aquellos que estaban absorbidos en sus mentes, muchos que tenían unas visiones que no les dejaban en paz, algunos que gritaban de dolor cada vez que hablábamos de su infancia, algunos que susurraban palabras ininteligibles y otros que incluso, querían matarme. No era muy agradable hablar con ellos, cada día me sentía peor, sus problemas empezaban a absorberme a mí y llegaba a casa totalmente deprimida, fuera de mí y ya no quería ir al trabajo, empezaban a influirme sus locuras, cosa que me advirtieron que no debía ocurrir. Una de las cosas más difíciles que tuve que hacer, fue ponerme en un tercer plano donde sus problemas no me afectaran, dejar de influenciarme por ellos, intentar vivir mi vida sin pensar en la de ellos; al fin lo conseguí, pero decidí montar mi propia consulta y empezar de nuevo por mí misma.

El increíble Max:

A lo largo de mi carrera profesional, vi a muchas personas fuera de sí mismas pero jamás conocí a alguien tan inteligente como Max y que luchara tan fuertemente contra aquello que perturbaba su mente. Era una persona que sabía cuál era su problema, sabía que Peter y Alicia eran producto de su imaginación y que tan solo él los veía; era algo muy triste pero parecía que empezaba a sobrellevarlo. Le enseñé a seguir una rutina cada mañana y durante todos los días de su futura vida, intentando ignorar aquellas voces que perturbaban su paz interior, aunque tenía esquizofrenia a él no le importaba, seguía mirando hacia adelante como si nada pasara, me llamaba cuando tenía algún problema y compartía todas sus inquietudes conmigo.

Empecé a preocuparme cuando me dijo que empezaba a acostarse con Alicia, lo cual, no era cierto como os podréis imaginar. Realmente, tenía relaciones con él mismo, tan solo se excitaba viéndola desnuda porque así aparecía en sus visiones en ese momento, era realmente duro y empezó a perderse cada día un poco más a sí mismo, intentaba que se reencontrara pero ya no me dejaba adentrarme en sus problemas. Al fin me comentó lo que ocurría pero ese mismo día incendió aquella casita a las afueras de Boston estando él dentro y se dejó llevar por las llamas, al fin y al cabo, pensó en los demás en vez de en sí mismo, es algo que siempre admiraré de él.

La muerte de Max:

Pensé que su muerte no me afectaría tanto como me afectó, pero me equivoqué con creces. La verdad, era un buen chico y fue una pérdida enorme, acabó siendo como un amigo para mí, ya que, llegué a compartir algunos de mis problemas y empezó a darme soluciones que realmente daban su fruto. Le conocía desde que era pequeño, ya que, sus padres se dieron cuenta de que algo sucedía con su hijo en el momento en que les presentó a dos personas que no existían para ellos, se quedaron perplejos y decidieron llamarme para que les explicara qué sucedía; en el momento en que me lo trajeron, tenía un principio de esquizofrenia, ya que, todavía era muy pequeño y las visiones no eran muy habituales, todavía no se dejaba llevar, no les hacía mucho caso, solamente se reía con ellos de vez en cuando, pero en cuanto al resto de cosas era un chico bastante normal. El psiquiatra le empezó a diagnosticar algunas medicinas para su enfermedad pero remitía muy poco, daba señales de que iba a tenerla durante toda la vida.

Que se suicidara no me sorprendió en absoluto, es más, me sorprendió que hubiera aguantado tanto. Cuando la presión en la mente es tan grande, eres propenso a hacer cosas extremas y ésta, fue una de la que no pudo escapar. Las visiones empezaban a volverse realidad, ya que, me comentó que Alicia llegó a estrangularle y a dejarlo totalmente inconsciente en el suelo, lo cual, toda esa fantasía empezaba a influir en su realidad, era muy frustrante verle así, pero eso es lo que sucedió. Me cogí unas semanas de vacaciones para procesar todo lo ocurrido, nunca me había pasado algo semejante, así que, no quería tratarlo como algo tan personal, necesitaba algo de tiempo para recomponerme para poder seguir ayudando a mis pacientes y que lo que le ocurrió a Max no influyera en mi trabajo.

Un futuro lleno de expectativas y confianza:

Después de todo lo ocurrido y lo que me queda por ver, he aprendido que las personas pueden llegar a límites extremos y lo que debo hacer es darles esa confianza que nunca tuvieron de otras personas, transmitirles calor y amor para que sean capaces de pasar por su enfermedad y, en su defecto, para pasar por el problema que les acongoje. 

Como bien dicen algunos: la confianza se consigue, no se da porque sí. En efecto, pero me siento responsable de hacerles sentir mejor, no puedo dejar de hacerlo porque no pude hacer nada por mi padre, no quiero dejar de intentarlo con mis pacientes por nada del mundo, quiero seguir haciendo que se sientan seguros y que sientan esa confianza que no tendrán de nadie más. Ayudar es algo que llena a cualquiera, quién diga lo contrario es porque no se le ha ocurrido hacerlo.
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