Personaje: Óscar




Relato procedente: "Luces Apagadas" (Huellas del Tiempo)

Resumen: Gerard era un hombre ciego, con necesidad de esperanza y cernido en una oscuridad sin igual, al cual, le apareció la persona indicada en su vida con aquella dulzura en su voz y aquella respiración casi perfecta, sin poder saber cómo era su aspecto pero admirando todas aquellas cosas que contaba sobre la vida y sus experiencias en la misma. Pasó muchos momentos con ella, e incluso, empezaron a mantener una relación, hasta que sin previo aviso, Asia falleció debido a un cáncer que tenía desde varios años atrás y Gerard terminó desorientado y solo otra vez, aunque pudo contar con la ayuda del mejor ayudante que podría haber tenido: el hijo de Asia, Óscar.

Nombre completo: Óscar Needles Comfram                        Edad: 30 años

Ciudad natal: Tailandia                                                            Ciudad actual: California


Descripción física:


Mi pelo es largo hasta los hombros, negro y bastante lacio, al igual que el de mi madre. Mis ojos azules suelen desentrañar el lugar del que provengo, con una gran añoranza y una necesidad de volver a tener cuatro años para jugar en los bosques medio desnudo y entre el montón de barro, lleno de inocencia e ignorancia por los problemas que podía acarrearte la vida o todo el dolor que tendría que soportar años venideros; mi tez es morena, ya que, me encanta tomar el sol, me gusta alargarme en cualquier playa cercana y sentir el sol en cada parte de mi cuerpo, es algo que no cambiaría por nada del mundo; mis labios finos demuestran mis ganas de vivir, las mismas que me enseñó a tener mi madre unos años antes de morir, me decía que no todo era malo y que había que sonreír antes de tirar la toalla; siempre he sido delgado y algo fuerte, ya que, me ha gustado cuidarme y comer sano, aunque prefiero la comida tailandesa antes que la de Estados Unidos.

Descripción de la personalidad:


Desde siempre he sido una persona bastante alegre, debido a que no he tenido preocupaciones que me lleven al extremo de desesperarme, prefiero vivir la vida con calma y pensar las cosas detenidamente antes de hacerlas. Soy algo maniático con el orden, ya que, necesito que todo esté en su sitio y que nada se mueva sin mi permiso, me encanta la decoración y ayudar a las personas que me necesitan, como el señor Gerard, por ejemplo. La empatía suele correr por mis venas, siento el dolor de los demás como si fuera el mío propio y realmente me compadezco de esas personas que realmente lo pasan mal, creo que ésto, también ha sido raíz de la estricta y amorosa educación de mi madre. Nunca he sido una persona malcriada, más bien, independiente y que ha mirado siempre por sus seres queridos, ya que, cuidé de mi madre hasta que fue su momento de irse, provocándome un fuerte dolor en el pecho y un vacío que jamás podré rellenar.

Mudanza desde Tailandia:

Supongo que os preguntaréis que si nos gustaba tanto nuestro hogar, por qué tuvimos que irnos. Pues bien, la razón principal fue porque mis padres se separaron después de pasar unos veinte años juntos, demasiados como para contarlos con los dedos; mi madre sentía un amor incondicional por aquel hombre al que le permitía casi cualquier cosa, ya que, ella siempre fue muy liberal y no le importaba a dónde fuera o de dónde viniera, tan solo quería tenerlo a su lado. Mi madre sabía que él le había sido infiel y no soportaba la idea de pasar más tiempo en su casa, aunque lo que más le dolió fue el hecho de que aprovechaba de que mi madre estaba ciega para traer a esa mujer a casa y hacerlo a escondidas en el jardín, parecía que les daba más morbo, así que, mi madre tuvo que acabar con todo aquello pensando que quizá, aquel no había sido el hombre indicado para compartir su vida, aunque seguía queriéndolo muchísimo e idolatrándolo por todo aquello que consiguió en su vida, incluso se alegraba por todos sus éxitos.

Durante un tiempo, seguimos viviendo en Tailandia pero en otra casa dejando a mi padre solo con su nuevo juguetito de piel fina, exótica y con unos cabellos dorados que dejan flipado a cualquiera, con aquel cuerpazo y con aquella riqueza familiar que iba a heredar dentro de poco. Para mi madre fue una época difícil, ya que, tenía que ver a mi padre en el supermercado, en los centros comerciales, en la cafetería a la que iba cada mañana, en el cine... es decir, normalmente frecuentaban los mismos sitios y eso, es lo que mi madre no soportaba, tan solo quería pasar página. Me llevó con ella a un lugar totalmente diferente de lo que conocíamos hasta ahora, me llevó a California, el lugar donde viajó con mi padre en su luna de miel, le gustó tanto el lugar que quiso volver a ir y, ésta vez, conmigo. Siempre me trató como la estrella que iluminaba su vida, me lo decía cada día antes de dormir, me admiraba realmente y para ella, era lo mejor que le había ocurrido hasta ese momento, le encantaba estar conmigo y sentir que, al menos, me tenía a mí a pesar de todo lo malo que había ocurrido.

Una madre increíblemente dedicada y soñadora:

Mi madre dedicó el resto de su vida a cuidarme, a preocuparse por mí y a vivir por y para mí, no sabría qué más decir, tan solo que agradecerle todo aquello que hizo, ya que, se pasaba los días ocupándose de todo lo que tuviese que ver conmigo, se preocupaba de que fuera aseado al colegio, de que tuviera una buena educación y de que fuera al mejor instituto de California, sintiéndose increíblemente orgullosa. Siempre soñaba en todos aquellos lugares que no podía ver pero que sí podía imaginar, aquellos colores y aquellos lugares que yo le describía, tan solo tenía ansias de sentirlos con la misma calidez y ternura como oía mi voz, cómo la vibración atravesaba todo su cuerpo. 

No voy a mentir, me hubiera gustado que mi madre pudiese haber visto todos los lugares maravillosos de Tailandia, e incluso, de California. Tenían unos colores y unas texturas que eran casi imposibles de explicar, ya que, debes verlo para saberlo y sentirlo con más realismo, con más pasión y certeza, pero ella se conformaba diciendo que aquella oscuridad que nublaba sus ojos no era un impedimento para ver a través de las personas, a través de los colores que ella imaginaba, que no era nada comparado con no tener piernas o con tener una deficiencia mental o física, era una mujer realmente fuerte, a mi parecer, nunca se rendía y no temía a nada, ni siquiera a la misma muerte.

La compasión:

Al principio, cuando empecé a crecer y a entender qué era lo que le ocurría a mi madre, cuando supe que su ceguera era irreversible y que la oscuridad embargaba sus ojos, lloré desesperado, sentía una pena tan grande por aquella mujer que lo hacía todo por mí que le hubiera dado mis ojos para que pudiese ver si hubiera podido, sentía pena. Todo fue cambiando, esa sensación empezó a ser algo que me daba fuerzas para ver cómo era ella realmente, para ver por quién debía luchar y podía ver su esperanza y sus sueños más brillantes que cualquier otra cosa, incluso más que el sol. Tuve la oportunidad de saborear todas aquellas cosas que mi madre imaginaba y ver cómo la fuerza surgía de su ser y la completaba haciendo que no se rindiera jamás o se dejase llevar por su problema, me fascinaba que ella no lo considerara como tal y que siguiera adelante como si nada ocurriese, como si hubiera sido algo que podía ocurrir en cualquier momento o en cualquier lugar del planeta, como si fuese algo innato de su ser.

Esa pena, esa sorpresa y esa forma de pasar por todo aquello, fue lo que creó esa transformación a compasión, empecé a empatizar con aquello que ella sentía, empecé a tener curiosidad por qué era lo que ella vivía con un alrededor tan oscuro y a la vez, repleto de luz. Toda ella era un cúmulo de esperanza, de comprensión, de amor incondicional y de comprensión infinita por su prójimo, de ternura y de sabiduría, era como si todo le proviniera de su ser mismo, de su infinita conexión con el mundo y la humanidad. La verdad, me tenía totalmente sorprendido desde que empecé a darme cuenta de todo y de conocerla de verdad como mi madre, hasta el día de su fatídica muerte, desde el día en que dejé de ser yo mismo para convertirme en alguien bañado en lágrimas que sobrevivía gracias a la ayuda que le ofrecía a mi gran amigo Gerard.

Muerte de una madre maravillosa: Asia

A mi madre le informaron de que tenía cáncer cuatro años atrás de conocer al señor Gerard, fue francamente duro para ella, ya que, no esperaba tal mala noticia. Era cáncer de mama y estaba en la fase tres, ya que, se dieron cuenta algo tarde, pero ella hizo todo lo que le pidieron y pasó por todos los procedimientos médicos que le aconsejaron sin perder un solo día de quimioterapia. De su ceguera solía hablar tranquilamente, no le ocasionaba ningún tipo de problema, pero jamás habló del cáncer, nunca decía una sola palabra sobre ello y no solía decirme qué le dolía o qué no le dolía, se callaba y seguía aguantando el dolor sola, sin pronunciar palabra. Siempre pensé que aquello le recordó a su madre, ya que, ésta también padeció cáncer de mama y no sobrevivió; mi madre adoraba a mi abuela y estaban tan unidas que eran como uña y carne, era una relación tan unida que cualquiera hubiera querido tenerla en su vida, por lo que, no le sacaba el tema para no herirla o no hacerle recordar aquellos momentos tan duros en los que tuvo que despedirse de mi abuela antes de morir.

Un año antes de su muerte, mi madre conoció al señor Gerard, el hombre al que ahora mismo cuido como si fuese mi padre, con todo el amor y el cariño que mi madre me enseñó a lo largo de mi vida. Cada mañana, salía a tomar el sol a un parque cercano a casa, le gustaba dar largos paseos pero siempre sola para reflexionar o para concentrarse en todas aquellas sensaciones que le provocaba el aire fresco, los cálidos rayos del sol, el canto de los pájaros... así que, la dejaba ir sola, como siempre me pedía; en aquel parque es donde conoció a Gerard, el hombre que hizo que le cambiara la cara, que le hizo esbozar agradables sonrisas cuando hablaba de él en casa, el que hizo que fuera capaz de recordar aquellos lugares que mi padre y yo le contábamos cuando íbamos a aquellos viajes por todo el mundo, fue el que hizo que mi madre volviera a renacer de aquella oscuridad en la que la había cernido el cáncer, con recuerdos interminables. 

Estuvo en cama durante unas semanas, ya que, no podía casi moverse por todos los dolores que sentía en todo su cuerpo. El médico vino a visitarla un par de veces y me dijo que le quedaba muy poco, que empezara a preparar una bonita despedida, que mi madre se lo merecía. Lo que sentí en aquel momento fue una sensación de vacío y abandono incapaz de explicar, una compasión y un amor flotando en el aire incontrolable y unas ganas increíbles de ser yo en vez de ella quién estuviese en esa cama. Llevaba tiempo asimilando la marcha de mi madre, fui al psiquiatra varias veces para conseguir aceptarlo, pensé que estaba progresando pero la visita del médico y aquellas palabras tan dolorosas, me hicieron ver que no, que aquello era mucho más duro de lo que cualquier persona pudiese imaginar. Estuve pensando aquel precioso discurso durante días, e incluso, semanas, reflexionando qué decir, cómo decirlo y cómo hacer que mi madre se fuera en paz y sin ningún tipo de preocupación; fue muy complicado elegir las palabras correctas, pero al fin, las conseguí y pudieron salir de mi boca junto a las lágrimas incontrolables que brotaban de mis ojos y salpicaban mis mejillas.

El doloroso discurso a una moribunda:

Todo lo que dije fue: "Has sido muy buena conmigo, cuidándome con esa ternura que sale de cada poro de tu piel como una pluma al viento; siempre has confiado en mí y has creído que puedo ser más grande que quién yo mismo piense, pero la más grande eres tú. Siento mucho que hayas tenido que pasar por ésto y, si pudiera, ahora mismo me pondría en tu lugar, en esa cama, sin pensármelo dos veces. Cuando te vayas, haré aquello que me pidas con gusto, aunque no quiero que ocurra lo primero por mucho que lo asimile, eres lo más importante de mi vida y no quiero perderte ahora, pero parece que te irás a otro lugar donde ya no sentirás dolor y quizá, ese empiece a ser tu hogar, en el que por fin puedas verlo todo con tus propios ojos. Me ha encantado conocerte, sentirte y oír todas esas historias maravillosas que salen de todos los rincones de tu curiosa mente, me ha encantado compartir contigo nuestras vidas como si mañana fuese a ser nuestro último día de vida y nunca olvidaré todas tus lecciones, tan solo quiero que te vayas en paz. Te quiero muchísimo y no quisiera separarme de tu lado..." Había mucho más en aquel discurso, pero no pude continuar; mi madre me abrazó fuertemente y me quedé dormido a su lado agarrado por sus frágiles brazos, así era como siempre me sentí protegido por ella cuando era solo un niño de siete años en una ciudad desconocida como lo era California.

Al fin se fue... Lo curioso es que me dio una descripción de un hombre, aquel llamado Gerard y me hizo prometerle que cuidaría de él ante todo, pasara lo que pasase, aunque éste negase mi ayuda. Lo prometido es deuda, así que, me dirigí a aquel parque donde mi madre iba cada mañana, después de un largo mes de vivir con aquel vacío dentro de mí, después de aquel adiós tan doloroso y de llegar a casa cada noche sintiéndome completamente solo y desolado.

Gerard Anderson: Un hombre abandonado

A simple vista, me pareció un hombre bastante solitario, ya que, estaba en aquel banco alejado de cualquiera con el perro a su lado y con un semblante serio. Sus canas brotaban por toda su cabellera, sus ojos castaños estaban caídos y se cernían en la misma oscuridad que los de mi madre, sus labios finos y algo secos parecía que no tuvieran ganas de esbozar sonrisas permaneciendo totalmente impasibles a cualquier reacción, su cuerpo era esbelto pero lleno de cansancio y desilusión, desmotivación y a la vez, total preocupación. Aquella fue mi primera impresión de él, pero entrañaba algo más en su interior, algo que le hacía desdichado a parte de la ceguera que no dejara que viera los vivos colores que florecían a su alrededor.

La muerte de mi madre le afectó con creces, no imaginaba que hubieran mantenido una relación tan fuerte y unida entre ambos viéndose cada mañana en un parque, pensé que tan solo pasaban unas horas y hablaban de cualquier cosa para entretenerse, pero me pareció que no fue así. Aquella relación fue lo que hizo que a aquel hombre le volviera la esperanza que nunca tuvo en el mundo, el amor por las cosas que le rodeaban y la sorpresa de encontrar a alguien como mi madre en su vida. Gerard fue abandonado por su familia hacía algunos años y su hija casi ni le visitaba, pasaban los meses y no era capaz de ir a verle, apoyarle en aquel duro momento que estaba atravesando, ni siquiera le llevaba a su nieta para que congeniara con su abuelo, era una situación realmente triste, así que, decidí ofrecerle mi ayuda en todo lo que pudiera. Era un hombre bastante cabezota y seguía negándose a que le ayudara, pero finalmente, tuvo que aceptar debido a que quería agradecerle el mejor año que había tenido mi madre después de haber sufrido tanto con la enfermedad que la llevó a otro lugar remoto.

Era un hombre cerrado en sí mismo, no le gustaba intimar y, a veces, era algo cascarrabias, pero me trataba como a un hijo y le encantaba cuidar de su perro, era su ojito derecho, nunca le dejaba sin su ración de comida o de cosquillas, era muy cariñoso con él. Nadie se había fijado en todo lo que podía ofrecer este hombre, además había pasado por muchas cosas que a mí me resultaron interesantes, no entendía cómo podía estar tan solo en este mundo, así que, me alegre mucho cuando empecé a vivir con él y a cuidarle, era muy divertido y comprensivo, creo que empezó a abrir su corazón poco después de mudarme a su casa. La verdad, me encanta ocuparme de sus necesidades, realmente se lo debía y no me cuesta ningún trabajo hacerlo, es una persona que se lo merece y es un tiempo bien empleado, se lo debo por todas aquellas sonrisas que provocó en mi madre, por todos aquellos momentos mágicos que cruzaban su mente desde que le conoció y por todos aquellos besos increíbles que supongo que mantuvieron e hicieron que mi madre se sintiera querida otra vez.

Un futuro con el señor Gerard:

Nunca pensé que podría hacer tan feliz a una persona tan solo con hablar con ella, tan solo compartiendo pensamientos y sentimientos con ella, intentando que se abra y te cuente sus preocupaciones más profundas, ese es el futuro que tengo junto con el señor Gerard hasta el final de sus días. Lo único que quiero conseguir es que se vaya en paz como mi madre lo hizo, que se vaya pensando que ha tenido a alguien a su lado que se ha preocupado por él, que le ha cuidado y que ha podido ser feliz al menos un rato; me gustaría pensar que eso es exactamente lo que va a ocurrir y lo sueño en ocasiones.

Supongo que seguiré con esta vida ya no tan vacía gracias a la ayuda que le proporciono a Gerard, sigo siendo aquel pequeño niño de siete años orgulloso de su tierra y de la gente que tenía alrededor, sigo siendo esa persona empática y de gran corazón, esa que susurra a la felicidad y le pide ser partícipe de mi vida, esa que siempre será dada a aquellos que lo necesiten, a aquellos que estén perdidos o que sean abandonados por los que más aman, seguiré avanzando echando de menos mi niñez y a aquella mujer soñadora y de gran corazón que me crió, agradeciendo que la vida es solo una y que la luz se puede apagar en cualquier momento, cuando menos te lo esperes.

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